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DE
LUCES Y CRIATURAS IV: LA CONEXIÓN OVNI
Patricio Parente
Los
casos relevados en la investigación
que realizamos en marzo del 2002 en los valles calchaquíes de
la provincia de Salta, en el noroeste de la Argentina,
tuvieron una gran expresión tanto cuantitativa como cualitativa.
Sí, tal era la cantidad como la contundencia en que se manifestaba
el fenómeno, aún una fría apreciación de
nuestra parte no dejaba de poner al descubierto el diverso espectáculo
de vivencias que estábamos recogiendo de los habitantes de la
zona. Solamente la pequeña distancia lógica que podíamos
tomar nos escudaba de interpretaciones apresuradas y erróneas.
Con respecto a la cantidad, fueron relevados aproximadamente 130
casos; estas cifras, aunque se han repetido en otras partes
del país y del mundo, no son para nada ordinarias, y más
si tenemos en cuenta que los últimos 6/8 meses previos a nuestra
investigación se adueñaban de un poco menos de la mitad
de los casos, porque si bien hubo un aumento gradual de avistamientos,
en el último tiempo se registró algo así como una
erupción de casos.
Sin embargo había otra cosa más, una sorpresa adicional
de los testimonios: la abrumadora cantidad de vivencias con gran intensidad
emotiva. Por lo menos había 30 casos entre los cuales se encontraban
detención de vehículos, desperfectos eléctricos,
respuesta a la emisión de balizas y efectos en el individuo y
en animales. Pero emergían otras vivencias que también
se salían de los márgenes habituales que se encuentran
en cualquier investigación: aunque más de 100 casos pertenecían
a avistamientos de extraños fenómenos luminosos, los testigos
estaban dando cuenta de la observación de entidades, pero no
sólo eso era lo interesante, esas figuras antropomorfas estaban
relacionadas con el folclore de la zona. Como dato adicional, los más
actuales se daban en Cachi o en la recta Tin tin y fueron los sucesos
ocurridos en los alrededores de esta misteriosa ruta los que se dejaron
oir en esta especie de saga de faunos mitológicos que realizamos
en tres entregas.
Los
misteriosos alrededores
Ciertas entidades de leyenda parecieron despertar de sus propias cenizas
y encarnar los relatos orales que desde hace mucho tiempo sobrevolaban
los valles calchaquíes. Varias personas dijeron observar estos
personajes en los alrededores de una zona donde se estaba registrando
una gran actividad ovni: una línea que parece perderse en el
infinito llamada recta Tin tin.
Pero esto no se puede considerar ninguna casualidad, porque si estas
entidades son parte del fenómeno, son ellas las que se dejan
ver, no es el hombre que las toma desprevenidas, por lo tanto hay una
elección premeditada, calculada por una inteligencia que decide
manifestarse en un lugar determinado.
Los “enanitos” que observó la pequeña Marisol
en Buenavista no actuaron azarosamente, por el contrario, parecían
tener la intención de mostrar que no eran del lugar, sino algo
extraño y ajeno a él: olían el detergente como
investigando de que se trataba, hablaban “en otra forma”,
y tanto su forma como su color daban a entender que eran foráneos.
El “duende” que varias noches conmocionó a los chicos
del albergue estudiantil de Payogasta, no sólo tenía comportamientos
no ordinarios(como su forma de desplazarse) sino que mientras era observado
por los chicos, la preceptora no lo veía, y esto más que
ser una contradicción, insinúa que las entidades estaban
eligiendo por quién ser vistas a través de algún
mecanismo perceptivo desconocido, lo que tiene muchos antecedentes en
la casuística.
Lo mismo el extraño “animalito” que observó
María Cayo, fue él quién se dejó ver, porque
tenía la intención de ser visto por María; esto
se confirma aún más ya que luego de un tiempo aparecieron
unas huellas muy singulares en los alrededores de la casa de la mujer
y del pueblo de Tonco, que coincidían con la
descripción que María había comentado.
Aunque las entidades de estos episodios por su descripción y
comportamiento no manifestaban ser algo ordinario y cotidiano, y tenían
la intención de destacar las diferencias, por otro lado sus andanzas
tenían una trayectoria conocida y muy antigua.
Antecedentes-
La “leyenda de creencia”
La leyenda de creencia es una categoría acuñada dentro
de la teoría folclórica que alude a aquella narración
que da cuenta de la creencia sobre hechos sobrenaturales sucedidos,
no una vez y en un lugar en la lejana historia, sino que han venido
ocurriendo y ocurrirán en un futuro inmediato. Lo principal es
la idea de actualidad, algo que se repite, que cobra vigencia en el
presente; mientras las salamancas, las viudas negras o los jinetes sin
cabeza van perdiendo relevancia en la vida activa de las comunidades,
otros motivos mantienen una vigencia sustancial. Primero nos centraremos
en las referencias antiguas sobre las entidades y luego sobre las extrañas
luces.
Sobre la entidades: con respecto al duende, los relatos cuentan que
son los espíritus de las criaturas que las madres matan al nacer,
o se vuelven duendes cuando se mueren naturalmente, de párbulos,
y que la soledad de la noche o la hora de la siesta son sus mejores
momentos para vagar. Muchos lo describen como un personaje petizón,
“sombrerudo”, que oculta casi siempre la cara y no se deja
ver bien, viste de color negro y son desmedidos sus pies, de tamaño
desproporcionado. Se dice que le gusta jugar con los pequeños,
y que hasta puede hacer dormir a las madres de las criaturas.
No sólo Salta es geografía privilegiada, un hombre de
la pvcia. de Catamarca narraba “ el duende es un hombrecito chiquito,
como de medio metro, rechoncho, moreno, con una cabeza grande, con ojos
negros y vivarachos...”
En la pvcia. de Tucumán hay un relato sobre un grupo de chicos
que dirigiéndose a la escuela siempre pasaban por una acequia
en la cuál uno de ellos sentía un miedo aterrador porque
decía ver un hombrecito de estatura regular, pero asombrosamente
él sólo veía. Esto sucedió durante un año,
cuando le contaron a los padres del chico, estos le dijeron que era
el duende que estaba jugando con ellos, que no les iba a hacer daño
porque era inocente.
En la mitología aymara, en Bolivia, se hace mención de
los “auchanchos”, enanos calvos y barrigones que salían
en las noches provocando remolinos y gritando como los rebuznos de burro.
En Chile, se habla de los duendes, hombrecitos traviesos que jugaban
a veces con los niños, pero que tenían mal genio y podían
molestar a la gente de la casa, tirando piedras al techo, haciendo ruido
en las piezas y rompiendo cosas.
El raro animalito que presenció María no es muy distinto
al personaje folclórico denominado “mikilo”, que
etimológicamente sería “amigo o dueño del
agua”. Las leyendas cuentan que es una de las formas que puede
tomar el diablo o supay de los valles calchaquíes, según
Adolfo Colombes, suele presentarse con la forma de un animal conocido,
o más comúnmente con la forma de un híbrido cabrío
y hombre...cuerpo muy velludo y piernas de chivo con impresionantes
pezuñas. Para otros es una antigua deidad diaguita, que se la
conoce por su grito ululante, parecido a el eco de un lamento y “deja
huellas que no corresponden a las de ningún animal conocido.
Se lo ve mayormente a la hora de la siesta, y pueden llegar a arrebatar
y llevarse a los niños que no estén en sus casas en esa
franja horaria del día.
Como se ve, los antecedentes que tienen estas leyendas de creencia tienen
un correlato en los testimonios de Marisol, María y los chicos
del albergue.
Sobre las luces: En los valles calchaquíes hemos recogido gran
cantidad de testimonios sobre las nocturnas andanzas del “farol”(ver
ovnis y policías) que es una luz blanquecino-amarillenta que
distintas personas han observado en día y hora determinados;
la leyenda cuenta que se produce a causa de las emanaciones de tesoros
ocultos enterrados, los famosos tapados.
Pero el farol no es la única leyenda de creencia, por ejemplo
está la “luz mala” que aunque se encuentra en muchas
zonas del país, la región pampeana(pvcia. de La Pampa
y oeste de la pvcia. de Buenos Aires) es su territorio predilecto. Ahora
bien, no es mala porque haga daño, sino porque se acerca, porque
toma por sorpresa la desprevenido, porque al igual que el farol, acompaña,
se interpone, juega, parece tener un comportamiento inteligente. Los
indios ranqueles, de origen araucano, contaban sobre la presencia de
era una bola de fuego rojo-amarillenta que estaba relacionada con anuncios
de desgracias, era el “cherrube”. La importancia de estas
luminiscencias en los sistemas de creencias no se limitan a la Argentina;
en Chile, “el carbunclo” es una luz que indica tesoros,
en Perú el mismo nombre indica a un animal que lleva en la frente
una fanal que enciende y apaga. El centro y sur del Brasil es el domino
del “Mboi-tata” o vívora de fuego, y hay un informe
de un cronista del 1560 sobre este fantasma o luz titilante que se desplazaba
por el mar, las playas y los ríos. En la región de la
provincia argentina de Misiones(limítrofe con Brasil) se da al
compadrazgo una importancia trascendental, si el compadre y la comadre
faltan a sus deberes conyugales, por la noche se transforman en “Mboi-tata”,
pájaro o serpiente cuya cabeza es una llama viva, así
pelearán hasta el amanecer. No olvidemos los componentes africanos
de estás leyendas, las mismas se encuentran tanto en las Antillas
como en varios pueblos de África. Estas luces se corresponden
con los “rondados-lutinos” en Francia o “luz loca”
en Alemania donde minúsculas, corren como antorchas, o “Jack
with the lintern” en Inglaterra, fantasma que guiaba a los viajeros.
Relación
luces-entidades
Para tratar de dar una explicación a la aparición de los
entes mitológicos mencionados, no alcanza con dar cuenta de su
vigencia a través del tiempo. Nuestra perspectiva los contextualiza
dentro del fenómeno de las luces, particularmente dentro del
fenómeno ovni; y esto no es consecuencia de un capricho, sino
más bien de la cantidad de semejanzas que mantienen.
En primer lugar integran una actualidad conjunta, es decir, los dos
elementos participaron de la mismas circunstancias: donde se vieron
duendes, también se vieron luces, donde se vió el mikilo
o patas de cabras, también María Cayo observó raras
luminiscencias. A su vez, si ampliamos el radio, como mencionamos, las
entidades se hicieron presentes en los alrededores de un misterioso
escenario de efervescencia luminosa: la recta Tin tin.
Por otra parte, los entidades se hicieron presentes en momentos de aislamiento
social , tanto en la siesta o durante la noche, períodos en los
cuales la soledad reina en el paisaje; lo que continúa el patrón
de individualidad que eligen las luces para que puedan ser vistas(ver
Una luz en el cielo, parte....)
En tercer lugar, su comportamiento es muy semejante: las luces parecen
realizar acrobacias en el aire que las diferencian de cualquier fenómeno
conocido; el duende del albergue dio salto impensable para cualquier
ser humano, y el animalito que observó María se desplazaba
como en cámara lenta.
En cuarto lugar, hay una particular relación con el testigo:
las luces y las entidades jamás han provocado daño a la
gente, es más, aunque se acercan a las personas, ninguna lo hace
de manera desmedida, se acercan pero sólo lo suficiente para
evidenciar que existen, luego se alejan enseguida sin dejarse asimilar
completamente.
Por último, hasta la leyenda parece poner su sello a esta relación,
porque expresa la intrínseca relación entre la entidad
y la luminosidad, y no tanto porque estuvieran presentes en un mismo
momento, sino más bien, los relatos dan cuenta que parecen fundirse
formando una unidad, dando a entender la naturaleza compartida de ambos:
en un relato de hace 20 años; Galindo Cola, pequeño de
12 años de la localidad de Abralaite, provincia de Jujuy relataba
“...i visto a un negrito...así grande era, gris, brilloso,
...llevaba gris todo relumbrante y era cabeza cuadrada(...) Aquí(manos)
llevaba así, y otra aquí y otra aquí, aquí
un coso blanquito saliendo así(describe una pinza y una prolongación
que despide un haz blanco)...esa luz era una luz potente, brillaba gris,
como estaría pegao ahisito, pegándonos(dando sobre el
cuerpo) así estaba(...) Un señor dice que ha visto ese
mismo día que i visto yo, la misma hora allá arriba(en
la montaña) un hombre, dice que venía chispiando...tirando
así chispas de colores, todos los colores, ellos venían
de la mina El Abra y él vió”
En la provincia de Neuquén, un niño de 11 años
contaba: “el duende es chiquito. El hace una luz, como un machete
de luz, y ahí se escuende, se desaparece. Mi papá dice
que lo vió en Chile al lau de la casa donde vivía. Porque
mi papá es chileno, pero ahí hay mucha gente que lo ha
visto. Hay que tener cuidado porque se lleva a los niños...”
Hay una antigua referencia aymara que decía que en el distrito
de Chucuito(Bolivia), se habían observado durante algunos días,
que después de la medianoche, de la parte alta del pueblo, salían
unas andas de fuego, conducidas por unos hombrecillos que recorrían
las calles del pueblo, se dirigían hacia el lago Titicaca, lo
cruzaban y se perdían allí”.
Sobre el mikilo puede decirse algo parecido ya que puede tomar la forma
de una luz desplazándose entre las arboledas y las peñas(Colombes).
Esto recuerda la inmensidad de luces no convencionales observadas deambulando
entre arbustos, cardones y árboles.
También el “Supay es la luz que mata que fulmina, que desgaja
el tacu secular e incendia la quincha del rancho...”(Adan Quiroga),
basta recordar la enceguesedora luz que iluminó la finca de María.
Significado
sociocultural de las experiencias
Después de seguir lo mencionado hasta ahora, se puede ver como
en el presente convergen las leyendas de creencia y las testimonios
de observaciones recientes; pero una experiencia reciente ¿no
es una futura leyenda? Tal vez, porque una leyenda de creencia aporta
los significados con que se entiende una experiencia: si los chicos
del albergue vieron una entidad a la que conceptualizaron como duende
es porque ya conocían al personaje, era un motivo integrante
de la historia oral de la región. Los testimonios de las vivencias
actuales no se pueden pensar como simple consecuencia de la transmisión
y circulación de leyendas, más bien estas últimas
aportan un marco de interpretación que preceden a las vivencias,
y permite interpretarlas. Este marco es tan fuerte que a veces condiciona
a las propias sensaciones, si los chicos del albergue sintieron intranquilidad
y se dispusieron a leer más seguido la Biblia, no es porque lo
que divisaron en la noche les haya hecho daño, sino porque pensaban,
como cuentan las leyendas, que el duende venía a castigarlos
por alguna maldad. Esther, la preceptora que tenía un hijo pequeño,
no había podido dormir toda una noche porque su suegra le había
dicho tuviera cuidado porque los duendes ha veces le sacan a los chicos.
El comportamiento de la entidad no insinuaba consecuencias malignas,
sin embargo las personas manifestaban susto o miedo, ciertas ideas estaban
mediando para provocar esas emociones. El caso María también
puede ser un ejemplo, aunque ella no sintió miedo, y la única
interpretación que le dio a lo que observó fue de “animalito
raro”, cuando la gente del pueblo de Tonco se enteró, sintieron
miedo y hasta se comunicaron con la policía porque no tardaron
en asociar a la aparición con un ser diabólico que raptaba
a las personas. Por último, aunque Marisol no tuvo temor a los
enanitos, Bernardina, la asistente sanitaria que había llegado
al lugar en el momento que los enanitos se alejaban, no quiso ir en
su búsqueda porque según ella “no me animé,
porque yo pensé podemos ir... puede haber una nave, puede pasar
cualquier cosa”. El susto que se había adueñado
de ella también partía de una idea previa, que podían
ser extraterrestres y tal vez pensaba que podían raptarla; además
ella tiempo atrás había observado extrañas luminosidades
en los cielos.
La
intención OVNI
Hemos visto muchos conceptos como “luz mala”, “farol”,
“duende”, “mikilo” como ideas que permiten entender
vivencias, como interpretaciones que se entienden dentro de un contexto
cultural determinado. El concepto de OVNI(que no implica extraterrestre),
también es una clase de significación para determinada
experiencia, lo que ocurre es que la manejamos tan constantemente que
nos parece obvia. Aunque tal vez más operativa en términos
científicos que las otras, no deja de ser una interpretación
de un suceso determinado. Pero a diferencia de las otras es una especie
de interpretación de segundo grado, es decir, es una interpretación
de una interpretación: una vivencia que una persona
interpreta como “luz mala” o “duende”, por las
semejanzas antes mencionadas la interpretamos como perteneciente al
fenómeno ovni, como parte de la manifestación de una inteligencia
no humana.
Pensamos que esta inteligencia tiene distintas formas de comunicarse
con el ser humano, aunque en los más recónditos lugares
del planeta se ha manifestado como una luminosidad, creemos que también
se adapta a los marcos socioculturales cuando decide manifestarse. Si
bien a las luces se les da distintos significados según lugar
y tiempo determinados, la manifestación es la misma: una luz.
En cambio, con respecto a las entidades, más allá de sus
distintas interpretaciones, son percibidas visiblemente como diferentes:
como hay duendes, también hay humanoides y mikilos. Lo que no
es fácil es determinar la mecánica de estas apariciones;
porque si tanto las luces como las entidades son vistas a veces por
algunos mientras que por otros no(que no tiene relación con preparación
espiritual alguna) podría tratarse de un fenómeno perceptivo.
Sin embargo, como vimos a través de los testimonios, también
hay correlatos físicos: huellas en la acequia, piedras contra
los vidrios, huellas en las cercanías de poblados, etc. Por lo
tanto podemos considerar al fenómeno OVNI como un fenómeno
físico-perceptivo que en ciertas ocasiones se adapta a motivos
culturales determinados. Pero, ¿por qué?
Las luminiscencias, desde las más pequeñas hasta las más
grandes, desde la más inusuales hasta las más cotidianas,
junto con las entidades legendarias, son distintas manifestaciones de
un mismo fenómeno, de una inteligencia que se intenta comunicar
con los seres humanos a través de canales tan extraños
como sublimes. Y en ese juego de acercarse y alejarse, están
diciendo que son algo conocido pero desconocido a la vez, tanto los
faroles, como las luces malas, como los duendes y el mikilo, entre otros,
son parte de la tierra, son como parte de la naturaleza, pero a su vez,
son distintos, no se sabe qué son; se convive con ellos, pero
nadie sabe lo que quieren o de donde vienen. Generan vestigios de duda
pero que no hacen sino delatar su intención de disimular su continuo
acercamiento, es por eso que se hacen ver sin ser vistos, y acompañan
y conviven a través de pasos muy silenciosos y usando un idioma
que es tan variado y discontinuo, que descifrar su abecedario resulta
una ardua tarea. Y ahí reside lo sublime, porque no intentan
controlar el destino de las personas, más que eso, quieren transmitir
una idea, la idea de ajenidad, “desde hace mucho que estamos aquí,
pero todavía no nos conocen, porque somos algo distinto”,
así nos están dando la posibilidad para que los descubramos.
Estos
son sólo pequeños fragmentos de una nueva lente que tendremos
que armar, son como anteojos que tratan de aumentar la visibilidad sobre
la realidad. Sin embargo, lo inverosímil continuamente tienta
a la especulación; es por eso que esta necesaria herramienta
del conocimiento solamente es sana en su uso prolijo y tentativo.
Las explicaciones consideradas como dogmas espirituales o axiomas matemáticos
no hacen sino instaurar el imperio de la soberbia y empañan las
investigaciones de tal manera que el conocimiento científico
se amuralla detrás de ideas eternas e irreversibles.
Estas líneas no son demagogia sino prevención, se estancan
en la teoría sino se ponen en práctica. Es lo que estuvimos
intentando.
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